A Continuación la emotiva Carta del Libertador:
SEÑOR ESTEBAN PALACIOS.
Mi querido tío Esteban y buen padrino:
¡Con cuanto gozo ha resucitado Vd. ayer para mí! Ayer supe que vivía Vd.
y que vivía en nuestra querida patria!. ¡Cuántos recuerdos se han
aglomerado en un instante sobre mi mente! Mi madre, mi buena madre tan
parecida a Vd., resucitó de la tumba, se ofreció a mi imagen. Mi más
tierna niñez, la confirmación y mi padrino, se reunieron en un punto
para decirme que Vd. era mi segundo padre. Todos mis tíos, todos mis
hermanos, mi abuelo, mis juegos infantiles, los regalos que Vd. me daba
cuando era inocente.., todo vino en tropel a excitar mis primeras
emociones.., la efusión de una sensibilidad delicada.
Todo lo que tengo de humano se removió ayer en mí: llamo humano lo que
está más en la naturaleza, lo que está más cerca de las primitivas
impresiones. Vd., mi querido tío, me ha dado la más pura satisfacción,
con haberse vuelto a sus hogares, a su familia, a su sobrino y a su
patria. Goce Vd., pues, como yo, de este placer verdadero; y viva entre
los suyos el resto de los días que la Providencia le ha señalado, y para
que una mano fraternal cierre sus párpados y lleve sus reliquias a
reunirlas con las de los padres y hermanos que reposan en el suelo que
nos vio nacer.
Mi querido tío, Vd. habrá sentido el sueño de
Epiménides: Vd. ha vuelto de entre los muertosa ver los estragos del
tiempo inexorable, de la guerra cruel, de los hombres feroces. Vd. se
encontrará en Caracas como un duende que viene de la otra vida y
observará que nada es de lo que fue.
Vd. dejó una dilatada y hermosa familia: ella ha sido
segada por una hoz sanguinaria: Vd. dejó una patria naciente que
desenvolvía los primeros gérmenes de la creación y los primeros
elementos de la sociedad; y Vd. lo encuentra todo en escombros... todo
en memorias. Los vivientes han desparecido: las obras de los hombres,
las casas de Dios y hasta los campos han sentido el estrago formidable
del estremecimiento de la naturaleza. Vd. se preguntará a sí mismo
¿dónde están mis padres, dónde mis hermanos, dónde mis sobrinos?... Los
más felices fueron sepultados dentro del asilo de sus mansiones
domésticas; y los más desgraciados han cubierto los campos de Venezuela
con sus huesos, después de haberlos regado con su sangre... por el solo
delito de haber amado la justicia.
Los campos regados por el sudor de trescientos años,
han sido agostados por una fatal combinación de los meteoros y de los
crímenes. ¿Dónde está Caracas? se preguntará Vd. Caracas no existe; pero
sus cenizas, sus monumentos, la tierra que la tuvo, han quedado
resplandecientes de libertad; y están cubiertos de la gloria del
martirio. Este consuelo repara todas las pérdidas, a lo menos, este es
el mío; y deseo que sea el de Vd.
He recomendado al Vicepresidente las virtudes y los
talentos que yo he reconocido en Vd. Mi recomendación ha sido tan
ardiente como la pasión que le profeso a mi tío. Dirija Vd. al poder
ejecutivo sus miras, que ellas serán oídas. Al mismo poder ejecutivo he
suplicado mande entregar a la orden de Vd. cinco mil pesos en Caracas,
para que pueda Vd. vivir mientras nos veamos, lo que será el año que
viene. Mi orden ha sido al ministro de hacienda para que de Bogotá le
manden a Vd. la correspondiente libranza.
Adiós, querido tío. Consuélese Vd. en su patria con los restos de sus parientes: ellos han sufrido mucho; mas les ha quedado la gloria de haber sido siempre fieles a su deber. Nuestra familia se ha mostrado digna de pertenecernos, y su sangre se ha vengado por uno de sus miembros. Yo he tenido esta fortuna. Yo he recogido el fruto de todos los servicios de mis compatriotas, parientes y amigos. Yo los he representado a presencia de los hombres; y yo los representaré a presencia de la posteridad. Esta ha sido una dicha inaudita. La fortuna ha castigado a todos.., tan sólo yo he recibido sus favores. . . los ofrezco a Vd. con la efusión más sincera de mi corazón.